'Oro manchado con sangre'.
Una triste realidad que vive y perdura en Buenos Aires desde hace más de 60 años.
Las mismas familias, los mismos negocios a lo largo de 400 metros y a pasos de los Tribunales de la Nación.
Libertad, la calle del “compro oro”
Es el mediodía de un jueves en la calle Libertad, un paseo de 400 metros del centro porteño lleno de joyerías, ubicado cerca del Obelisco. Muchos de los comercios exhiben carteles luminosos que dicen “compro oro”. En otras vidrieras se lee “compramos Rolex y todo tipo de relojes al mejor precio del mercado”, a pesar de no ser distribuidores oficiales de las marcas.
Hay una opción más, mucho menos visible, y es la preferida de los que llegan para vender relojes robados: departamentos que funcionan como oficinas, atendidos por los llamados reducidores, todos sobre la misma calle Libertad. Llegar a ellos no es para cualquiera. Hay que conocerlos o ser recomendado por gente de su confianza. Solo así abren las puertas. Por lo general, también se dedican a la compra y venta ilegal de divisas y algunos invierten en personal de seguridad. Mientras EL PAÍS recorre la zona, unos cuantos comerciantes salen a la vereda. Algunos preguntan el motivo de las fotos y otros se limitan a observar, notoriamente incómodos, los movimientos del fotógrafo y cronista.
“Todo se reduce en la zona de Libertad. Es histórico”, reconoce un jefe de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires. “La Policía por presunción no puede allanar un comercio. El problema es que la Justicia toma el robo de un Rolex como un robo de celular. Existe además poco interés por el seguimiento de estas piezas robadas. Lo único que podemos hacer es un trabajo de prevención en las inmediaciones. Se intenta observar si una persona sospechosa merodea para vender oro o relojes”.
Los reducidores le pagan a los ladrones un 20 o 30% del valor oficial de las piezas robadas para luego ofrecerlas en dos posibles mercados. Por un lado, el local: argentinos dispuestos a comprar Rolex y otros relojes usados sin preguntar su origen. Estos compradores tienen un solo impedimento: presentarse con relojes en el servicio oficial de la marca, el único sitio en el que son secuestrados en caso de verificar que están denunciados.
El otro circuito es internacional. Los reducidores pagan 400 dólares a azafatas y pilotos de avión por el transporte de sobres con relojes. “Los llevo para service o reparación” es lo que les sugieren decir en caso de que se les pregunte en los aeropuertos. El destino suele ser Miami, una plaza conocida como “la meca de los relojes robados”. El 12 de agosto pasado, por ejemplo, una azafata de Aerolíneas Argentinas fue detenida en el aeropuerto de Ezeiza. Iba a viajar a Miami. Le secuestraron cuatro Rolex, ocho monedas de oro y joyas valuadas en 45.000 dólares. En 2021 a otra colega de American Airlines le encontraron un Rolex y un Audemars Piguet, además de piezas de oro por 200.000 dólares.
David Bolton, un detective privado de Miami especialista en la búsqueda de relojes robados, ha encontrado varias piezas de sus clientes en el edificio Seybold, el segundo centro de diamantes y joyerías más grande de Estados Unidos. Los relojes habían sido robados en Buenos Aires y estaban en poder de joyeros con comercios en ambas ciudades. De Miami también son una serie de joyeros virales de TikTok e Instagram con millones de seguidores. Se volvieron conocidos por grabar sus negociaciones de compra y venta de relojes de alta gama. En varios videos aclaran que las piezas que se ofrecen son “sin tarjetas” y sin cajas, las principales características de los robados.
En la División Cronos aseguran que antes de la creación del grupo las detenciones de argentinos no tenían gran incidencia. Si bien las primeras bandas habían emigrado luego de crisis económica de 2001, la del llamado corralito, en los últimos años apenas aparecía una muy cada tanto. Algo pasó en el submundo de los ladrones de relojes bonaerenses. A las diez desarticuladas por Cronos, habría que sumar las detenidas en Barcelona, la segunda ciudad en la que más operan. “Con las distintas operaciones realizadas logramos reducir la modalidad en un 50% de un año a otro. Los ladrones sienten nuestro aliento”, agrega Sánchez.
Las causas de los viajes a España las explica un argentino allegado a estos grupos: “En Argentina el dólar quedó muy alto para los extranjeros, por los que no hay turistas, que son sus principales víctimas. Los ladrones que se la juegan invierten en un viaje. El que menos gana se vuelve rápido y con un mínimo de 20.000 euros”.
Las estadísticas en Buenos Aires lo comprueban. Hasta fines de julio los robos de relojes denunciados en la ciudad no superaban los diez casos. Es un número muy bajo comparado a otros años. Los cortadores, al parecer, exportaron sus servicios.
"Oro manchado con sangre" se refiere a joyas robadas a personas, especialmente jubilados, en casos de asaltos violentos. El término es utilizado por el abogado, experto en Derechos Humanos Javier Miglino para denunciar estos crímenes, ya que la violencia involucrada en el robo deja una marca trágica en los objetos robados. Este concepto también se ha ampliado a otros objetos robados, como los celulares que se venden como "celulares manchados con sangre".
Significado del término:
Metáfora de la violencia: No se trata de manchas de sangre literales, sino que la expresión se usa para enfatizar la crueldad y violencia empleada en los asaltos, que a menudo resultan en lesiones graves o fatales.
Contexto específico: El término se popularizó con ataques violentos contra jubilados y se utiliza para describir el robo de alhajas (como recuerdos o ahorros) en sus propios domicilios.
Ampliación del concepto: Miglino ha extendido la denominación a otros bienes robados, como celulares, para generar conciencia sobre la ola de delitos violentos.
Gentileza EL PAÍS de ESPAÑA y Nahuel Galotta.
Consultora Internacional Javier Miglino y Asociados
ARGENTINA SUIZA
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